Enviado por Moderador el Lun, 04/13/2009 - 11:48.
Jesús, amable Salvador nuestro, ve aquí reunidos a tus hijos, dispuestos a seguirte por el camino de la Cruz, ya que Tú nos dijiste que quien no toma su cruz y te sigue, no puede ser tu discípulo. Pero también nos dijiste que si no nos volvíamos como niños, no entraríamos en el Reino de los cielos. Y antes de emprender tu arduo camino al Cielo, no convocaste a los mayores sino a los más pequeños : Dejad que los niños vengan a mí. Son estas palabras tuyas las que nos han animado a responderte, porque nuestra debilidad e impotencia nos hace ver más accesible el volvernos niños pequeños, mientras que la enormidad de tus sufrimientos nos hace dudar grandemente de que podamos llegar nunca a ser discípulos verdaderos. Queremos seguirte, pero tenemos miedo. Por eso, antes de emprender tras de Ti el camino de la Cruz, como eres Maestro bueno, quisiéramos preguntarte : ¿Por qué sólo salvas a los niños, por qué dijiste que sólo de ellos es el Reino de los cielos?
I Estación: Jesús es condenado a muerte

Por una parte lo entendemos. ¿Acaso al árbol que creció torcido se lo puede volver a poner derecho? Sólo cuando es retoño vale ponerle una vara para que crezca recto. Por eso es fácil comprender que solamente a los niños pequeños vale ponerles la vara de tu Cruz, para que puedan crecer en dirección al cielo. Sólo los niños pueden ser redimidos. Los adultos ya no tienen remedio. Pero por otra nos parece incomprensible. ¿Cómo puedes pedirle a niños que te sigan en un sendero que ni los más grandes guerreros son capaces de recorrer? Te pedimos, por favor, que en cada uno de sus pasos nos expliques este enorme misterio, no sea que, asustados, te dejemos.
Y tú, Virgen Santísima, hecha Madre nuestra al pie de la Cruz, que fuiste la primera en llevar a los niños por el camino del Calvario, abre nuestro entendimiento y nuestro corazón para que, alentados por las palabras de tu Hijo, lleguemos de tu mano hasta el fin de este camino.
Hijos míos, aprendan del enemigo, observen qué es lo que más odia el demonio, el mundo y la carne. Cuando me hice hombre, no me hice adulto sino niño y mis jueces me condenaron a muerte porque nunca dejé de serlo. Por boca de Caifás habló el demonio y me condenó no tanto por declararme Hijo de Dios, sino por ser manso y humilde de corazón y confundir su orgullo. Por boca de Pilato habló el mundo y me condenó no tanto por temor a los judíos, sino por ser simple e ingenuo y no entrar en sus astucias. Por boca de Herodes habló la carne y me condenó no tanto por guardar silencio, sino porque se sintió ofendido al darse cuenta de mi pureza. Yo les advierto, hijos míos, si vienen a Mí, no faltará un Caifás, un Pilato, un Herodes para condenarlos. Si se vuelven humildes, simples y puros como los niños, sólo les quedará un camino : mi Vía crucis.